domingo, 18 de mayo de 2008

xXTribalistaXx

¿Recuerdan como era la infancia?... Si son como yo (que me olvido hasta el cumpleaños de mi madre) seguramente no se acordarán de casi nada de ella. Pero, tal vez, lo bueno radica, justamente, en eso: “no recordar u olvidarse de las cosas” sólo porque no existe un compromiso (o noción del mismo) cuando somos niños…

No recuerdo el día que empecé a usar la bicicleta (con y sin rueditas) si recuerdo, en cambio, el día que me caí de la bici y mi primo me pasó por encima con la su bici haciéndome un pequeño orificio (tal vez por donde se escaparon más de una idea) en la frente que cargo con orgullo.

Tampoco tengo un recuerdo sobre mi primer día de clases, pero si recuerdo cuando me retaban por decir malas palabras o por pelearme con alguno por alguna razón…

Tampoco recuerdo el día en que me comenzaron a salir granos por la cara… y así podría seguir hasta la infinidad...

La cuestión es que, hace algunos días atrás, alguien me hizo escuchar una canción que, inexorablemente, me lleva a pensar en la “Velha Infância”. No se si habrá sido buena o mala, alegre o aburrida… pero si sé que, lo que recuerdo, es que las obligaciones pasaban por otro camino, por la vereda del frente...

Aquí va, para ustedes, Velha Infância de Os Tribalistas...


domingo, 4 de mayo de 2008

XxTodoXSeXTransformaxX

Los sucesos de nuestra vida nos marcan,

nos tallan,

nos (de)forman,

nos (des)alientan,

nos transforman...



Tu beso se hizo calor,
luego el calor, movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.

Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias.

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.

El vino que pagué yo,
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano,
y antes de eso en Torino,
y antes de Torino, en Prato,
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.

Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora,
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía,
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería......

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.

nunca olvidaré lo nuestro... Gracias...